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Borja Monreal Gainza

La importancia de la narrativa: lo que la verdad no esconde


Vivimos actualmente tiempos complejos en los que nada parece tener sentido. De un lado la sociedad en su conjunto (o al menos en nuestro conjunto, uno mucho más reducido del que a veces queremos imaginar), parece converger hacia una visión cosmopolita y amplia de la realidad que nos rodea, influenciada por la empatía que genera el encuentro con el otro. Sin embargo, parece también que vivimos un tiempo de regresión absoluta de los valores que hasta ahora nos han unido, tanto a nivel local como global, con tendencias dispersas y antagónicas que pretenden de una u otra manera establecer respuestas en mayor o menor medida organizadas a la globalización. Y en medio de estas dinámicas enormemente intrincadas que parecen de alguna forma contradecirse, nos encontramos ante una realidad obvia que subyace a ambas tendencias: la misma realidad es percibida de manera completamente diferente en función de la interpretación que cada uno hacemos de lo que pasa.

Y este hecho, aparentemente obvio, está detrás de todos y cada uno de los problemas, y las soluciones a las que nos enfrentamos en este mundo, sólo a veces, globalizado. En la sociedad de la información de este siglo XXI, vivimos abrumados por una cantidad ingente de contenidos inclasificables e imposibles de valorar. Cada día recibimos cientos de informaciones desde diversas plataformas y a través de diferentes medios sin un control racional de cómo procesarlas. Ante esta abrumadora cantidad de indiscriminada información, nuestra mente reacciona de la única manera posible: realiza el screening básico para verificar y acomodar aquellas informaciones que se adecuen al modelo y a la visión que ya tenemos preestablecido del mundo: a su propia narrativa. La narrativa es la construcción que cada uno nos hacemos de la realidad que nos rodea y que, de alguna manera, es compartida por aquel entorno con el cual nos sentimos identificados. Está compuesta de valores, creencias, percepciones que construyen modelos holísticos de la realidad y que nos sirve como filtro básico para la interpretación de la información que nos llega.

La narrativa, por supuesto, ha existido siempre, pero nunca ha sido tan importante como lo es en nuestros días. Esta inmensa cantidad de información capaz de justificar una cosa y su contraria, no hace sino reforzar la visión pre construida que tenemos de esta realidad. Es en este contexto en el que ha surgido la, ya famosa, post-verdad: la transformación que una mentira sufre por fuerza de ser repetida. Y esto no quiere decir que se transforme mágicamente en cierta, sino que la percepción que la gente tiene de ese hecho es interiorizada: sencillamente porque encaja en su narrativa personal. ¿Qué importa entonces que sea verdad o mentira si ya es asumido como propio? ¿Qué importan los datos, la información objetiva, los análisis cuantitativos, si la percepción que existe sobre una determinada realidad es la contraria? Es aquí donde nos estamos perdiendo parte de la historia: esto no va de que un atajo de catetos hagan que Trump gane las elecciones, o que unos incultos xenófobos voten a favor del Brexit, o que los radicales franceses aúpen repentinamente a una dudosa extrema izquierda y a una absurda extrema derecha hacia los Campos Elíseos… Va de entender que ni los unos eran catetos, ni los otros son xenófobos, ni toda Francia se ha hecho revolucionaria y fascista: si no que hay alguien que, con todas sus limitaciones y su visión extrema de una realidad, ha sabido conectar con la narrativa imperante de una parte sustancial de la sociedad que entiende que lo que le pasa, lo que sufre, lo que deja de conseguir, es culpa de ese alguien que hasta ahora había creído protegerles. Va de eso, de entender por qué la gente piensa lo que piensa, no de pensar que no lo hacen. Así, y solo así, seremos capaces de cambiar los factores estructurales que les han hecho construirse esa narrativa de su realidad. Y de esto depende ahora mismo de nuestro futuro, no de la descalificación de la posición ajena.


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